Redacción. Madrid
La polimedicación plantea problemas de adecuación al tratamiento, interacciones, reacciones adversas e incluso fallecimientos. Según diversos estudios realizados en España, entre el 7 y el 15 por ciento de las visitas a los servicios de urgencias se deben a problemas relacionados con los medicamentos, de las que dos terceras partes podrían haberse evitado. Además, el 60 por ciento de todas esas personas precisa ser ingresado. Son algunos de los datos aportados por el Francisco Abal, del Centro de Salud de Pola de Siero (Asturias), en el Foro de Debate “Polimedicación: solución o problema”, enmarcado en el Congreso Nacional de Semergen.
Francisco Abal.
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El experto distingue tres perfiles de paciente polimedicado: el enfermo, el sano y el anciano. En primer lugar, “es lógico que una persona enferma tenga prescrita una medicación cuyo objetivo sea curar la patología en cuestión o sencillamente paliar sus síntomas”, explica. En este contexto, “el paciente puede requerir varios medicamentos para una sola patología o puede padecer varias patologías al mismo tiempo”, añade. En segundo lugar, hay que tener en cuenta al paciente sano que está siendo tratado con fármacos por presentar algunos factores de riesgo. Por último, “muchos de los tratamientos prescritos en personas ancianas tienen por objetivo la conservación de determinadas funciones que suelen deteriorarse con la edad, pero la vejez en sí misma nunca debe verse como una patología”.
En un reciente estudio llevado a cabo en Andalucía y admitido para publicación este mismo año, se estima que el 50 por ciento de los mayores de 65 años ha estado polimedicado con al menos cinco fármacos durante un periodo mínimo de seis meses. Este estudio no incluye pacientes institucionalizados. “Es más que probable que los pacientes polimedicados tuvieran que disminuir su consumo de medicamentos”, afirma Abal. Además, “hay estudios que aseguran que las personas que toman cinco medicamentos al mismo tiempo tienen un cien por cien de probabilidades de presentar una interacción o una reacción adversa”. Otro estudio nacional apunta que el 35 por ciento de los fármacos prescritos no suelen ser los más adecuados.
“El médico de Atención Primaria debería ser quien coordinase toda la medicación prescrita para sus pacientes por él mismo y por el resto de especialistas a los que acude ocasionalmente”, demanda el experto. Paralelamente, “aunque es difícil trasladar la decisión final a los pacientes, bien es cierto que su autonomía puede verse especialmente favorecida si su médico de familia le expone de manera sistemática los potenciales riesgos y beneficios de cada alternativa terapéutica con el objetivo de que aquél decida la opción que considere más adecuada”, añade. “Es difícil sacar adelante una iniciativa como ésta por las diferencias existentes entre el vademécum del médico del primer nivel asistencial y el de los demás especialistas, pero a nuestro favor juega el seguimiento longitudinal, la capacidad de adelantarnos a los problemas y el poder esperar a las sucesivas vistitas para ir encarrilando los tratamientos”, concluye. “La diferencia de vademécum supone que el paciente prefiera lo que le dan los especialistas por considerarlo más adecuado, sin tener en cuenta que ellos manejan un grupo mucho más reducido de medicamentos y controlan mucho menos los potenciales efectos adversos e interacciones, entre otras cosas”.
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