Ismael Sánchez. Gredos (Ávila)
El pan y el vino suelen tener otros nombres cuando hay que pronunciarlos en público. Pero cuando los escuchamos tal cual son, tal cual suenan, nos arrebatan y nos atrapan. Cristóbal Belda, director ejecutivo de la Fundación de Investigación Hospital de Madrid (HM), pasó por el Encuentro de Farmacia Hospitalaria para básicamente eso: llamar al pan, pan, y al vino, vino, cuando abordó el alcance de los nuevos tratamientos en su especialidad. Salió así un impactante testimonio que nos resumió la asombrosa y a la vez cruda verdad de la oncología para los próximos años.
En primer plano, con gesto reflexivo, el oncólogo Cristóbal Belda, durante su participación en el Encuentro de Farmacia Hospitalaria de Sanitaria 2000.
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Un cronista disfruta cuando en su libreta de notas aparecen muchas declaraciones y no sabe cuál elegir para empezar su relato. La gestión de la abundancia es siempre mejor, aunque ocurra menos. Belda acaparó todo el protagonismo en una mesa de indudable nivel porque supo decir unas cuantas verdades, tan seguidas como rotundas. Algunas sonaron como un jarro de agua fría para una sociedad que no quiere perderse ni una sola de las brillantes innovaciones que van apareciendo en los tratamientos pero que no está dispuesta a pagar el alto precio que ello supone. Y para Belda, no hay otro camino, cuando entiende que los fármacos oncológicos sean caros y augura que más lo van a ser. “Esto destroza cualquier presupuesto de farmacia”, sentenció.
El precio del último grito es demencial y las ganas, y hasta el derecho legítimo, de acceder a él no harán que sea más bajo. Lo que está ocurriendo con la hepatitis C y las cifras mareantes que se han movilizado en solo unos meses van a quedar en minucia cuando se comparen con lo que se nos avecina en Oncología. Este argumento lo hemos venido leyendo entre las líneas de las intervenciones más moderadas y medidas de Agustín Rivero, el director de Farmacia que prefiere no arrendar las ganancias de su cargo a sus sucesores. Porque el dilema que van a tener que enfrentar va a ser macanudo: ¿qué tratamientos podemos pagar? ¿Por dónde empezar?
Libre de ataduras políticas y profesionales, Belda se gustó hablando como un clínico, única y exclusivamente: “No podemos saber cuánto nos vamos a gastar porque, en realidad, no sabemos cuántos pacientes tienen cáncer”. Y nadie va a ceder su cuota participativa en el milagro: “Todos caeremos en el síndrome del salvador: deme eso a cualquier precio, porque me va a curar”. Una especie de sálvese el que pueda que nos traslada a otro debate irresoluble: el del acceso. “Debería ser homogéneo y no es así. Resulta sencillamente inaceptable”.
La serena y afilada descripción que de la oncología hizo Belda nos presenta a una especialidad brillante en su desarrollo presente, repleta de posibilidades futuras, pero con un impacto muy controvertido sobre el sistema sanitario, no solo en su frente económico sino también en el ético, y puede que también en el jurídico. El experto no formuló directamente la pregunta, pero fue acumulando tantos argumentos en el lado de la autoridad sanitaria que la respuesta era obligada; el problema es que nadie aún la ha verbalizado, y puede que aún pase tiempo hasta que logremos escucharla.
Si la maravilla del progreso oncológico nos cautivara por entero como sociedad, nuestra única preocupación sería contar los ceros del cheque en blanco y gestionar con aplomo una leve demora técnica en el acceso. Pero la constatación del prodigio no nos hará más ilusos, ni tampoco más ricos. Y Belda lo sabe. Por eso le preocupa vislumbrar a lo que nos enfrentamos: a un dramático escenario con tratamientos cada vez más efectivos para frenar el cáncer, pero también más caros; con evidencias de curación, tan extraordinarias como la finitud de los presupuestos que las posibilitan, y con la competencia de otras enfermedades, no oncológicas, pero que también registran nuevos fármacos innovadores y que reclaman su papel en este desfile salvador en el que, de momento, no cabemos todos.
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