Félix Espoz. Imagen: Miguel Ángel Escobar. Madrid
En la primera imagen, Lorena Gil, auxiliar del Servicio de Farmacia Hospitalaria, introduce el lote y la caducidad en la pantalla. La segunda fotografía muestra los blisters colocados antes de que unas pinzas los introduzcan a la zona donde serán cortados. En la tercera imagen su puede observar la máquina por dentro. Debajo, la zona en la que se junta el papel impreso y la cinta de celofán transparente, se produce el sellado por temperatura y se separan en bolsitas con una cuchilla. En la última imagen, González del Valle muestra el resultado final del proceso.
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El Hospital Universitario de La Paz cuenta con una máquina semi-industrial para reenvasar unidosis, que ha aumentado la seguridad del proceso para el paciente y el personal y ha permitido ahorros significativos de tiempo, según explica Luis González del Valle, farmacéutico adjunto del Servicio de Farmacia del Hospital.
González del Valle explica que todas las especialidades farmacéuticas vienen identificadas por un código de barras que identifica de forma inequívoca la especialidad en cuanto a composición, dosis, número de comprimidos en cada caja, etc. El primer control de seguridad que tiene la máquina es un lector de estos códigos. Al leer el código, si ya se ha trabajado con este producto y está almacenado en la memoria de la máquina, aparece en una pantalla una fotografía del blíster.
Luego el operario debe introducir los datos del lote y la caducidad. “Al no manipular el blíster, el comprimido va a seguir estando en el embase original, por lo que le seguimos dando la misma caducidad. Una ventaja respecto a las reenvasadoras antiguas, en las que había que desblistarlos, sacar cada una de las unidades y embolsarlas. Con esta manipulación no podíamos garantizar que tuvieran la misma caducidad”, afirma.
Posteriormente se cargan los blisters en una repisa y una pinza los lleva a la zona donde van a ser cortados. González del Valle añade que “una vez dentro hace una foto y la compara con la que tiene en su archivo. Si detecta una diferencia milimétrica va a bloquear el proceso de reenvasado”.
“Para cada uno de los fármacos tenemos que hacer una parametrización. Definimos dónde queremos que la máquina haga los cortes en los blister, ya que no todos tienen la misma disposición para los comprimidos ni el mismo número. Hay que determinar de forma muy precisa las cuchillas”, asegura.
“Nos da una seguridad tal que nos merece la pena. Esta parametrización, que lleva un tiempo, la hacemos para cada medicamento nuevo y luego la máquina las guarda en la memoria”, añade el experto.
Posteriormente la máquina reenvasa sola. Mete los trozos de blíster con las pastillas de forma individual en una pequeña ‘bolsita’ en la que ha pegado una etiqueta con la información del lote y la caducidad.
González del Vale explica que en este proceso el hospital trabaja con más de 60 especialidades farmacéuticas, que no son demasiadas si se comparan con las que tiene todo el centro, unas 1.200, pero esta herramienta “es coste-efectiva”. La razón por la que no se usa con más fármacos es que la industria manda muchos de estos medicamentos en blisters que si se corta el trozo que contiene el comprimido, en el reverso queda el lote y la caducidad, “lo que evita pasar por el reenvasado”. Por tanto, sólo se utiliza en fármacos para los que el mercado mayoritario está en la oficina de farmacia y venta al público.
El reenvasado de estos fármacos, que son para consumo de pacientes ingresados, supone un “ahorro de tiempo importante para el personal y mejora de seguridad al evitar cualquier mínima inhalación en la manipulación”. “Este tipo de fármacos se suele pedir para un mes de stock y la idea es reenvasar todo el pedido de cada medicamento”, argumenta González del Valle, que sostiene que “antes se tardaba más e implicaba atención constante de las auxiliares en el reenvasado. Tenían no sólo que desblistar, sino meter comprimido por comprimido en su respectiva bolsa. Ahora le personal se puede dedicar a otras tareas”.
Esta máquina es la primera que se instaló en Madrid, a finales del año pasado, y fue la segunda de España (la primera la instaló el Vall de Hebrón de Barcelona).
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